Desde mi ventana veo cada mañana y cada tarde un chaguaramo agujereado que alberga dos imponentes guacamayas azules y amarillas. Su “grito de guerra”, como lo llamamos cariñosamente en casa, nos despierta y nos recuerda que esta ciudad complicada de todos los días ofrece igualmente unas maravillas extraordinarias que nos hacen amarla.
La zona la sobrevuelan más de una docena de guacamayas. Su batir de alas y la construcción de sus nidos, amén de la ayuda que le proporcionan proteccionistas como Plumas y colas en libertad, nos recuerdan el papel indispensable que tenemos los seres humanos en la protección, cuido y salvamento de nuestra fauna. Que en pleno siglo XXI, uno se asome por su ventana y haga un alto en la jornada de trabajo frente a la computadora y vea el prodigio de una pareja de guacamayas dándose de comer en el pico, repitiendo ritualmente el regurgitar de la comida para darla a la pareja o a la cría, y que en medio del ruido y el smog la naturaleza se imponga excepcionalmente y con tal colorido y alegría, sólo puede llenarnos de una gratitud y una sensación de esperanza que sobrepasa cualquier otra de angustia o tristeza… Y es que así es la naturaleza, ¡absolutamente fascinante!.
En mi hogar nos hemos acostumbrado a tomar el café con ellas de fondo en la mañana y en la tarde; ya las tenemos como amigas de la urbanizació. Vemos a los transeúntes detenerse para tomarles fotos con sus teléfonos móviles y nos contentamos de que estén aquí, obsequiándonos la posibilidad de verlas libres, recordándonos la omnipresencia de la naturaleza y haciéndonos cómplices de su libertad. Ellas viven libres, son libres, se aparean en libertad, se reproducen en libertad, existen en libertad.
Que el afán humano por “apresar” la belleza no se imponga en contra de nuestras guacamayas citadinas, que el deseo de verlas en bandada surcando los cielos urbanos siga vigente… Que sigan recordándonos que somos parte de esta totalidad de planeta.
Que vuelen eternamente en esta Caracas, siempre y a pesar de todo, la sucursal del cielo.