Ciudad Victoria, Tamaulipas.- ¿Alguna vez se ha preguntado qué ocurrió con los loros de cabeza amarilla que surcaban los cielos de Victoria?…
Esos que dicen los adultos mayores que volaban sobre la acequia de la Alameda y que anidaban en los árboles del Paseo Méndez.
Parece que de pronto se extinguieron, que un día las estelas de color esmeralda decidieron marcharse de este cielo.
El biólogo Arnulfo Moreno, director del Museo de Historia Natural Tamux, sostiene una teoría al respecto: “Estos animales anidaban en los troncos huecos de los árboles, los troncos huecos son árboles viejos y buscaban también palmeras; Victoria antes tenía grandes áreas con palmeras, hacia la Universidad, hacia el área de Soriana Palmas, en la parte norte de la Comercial Mexicana había palmeras y ahí era donde anidaban estas aves, pero el desarrollo urbano llegó y ahuyentó a estas aves, obligándolas a buscar nuevos espacios para anidar”.
Este fenómeno de migración de las aves endémicas de la región se está repitiendo en la actualidad, ahora son las urracas de Victoria las que dejan de hacer presencia en las principales plazas de la ciudad, donde antes alrededor de las seis de la tarde era un placer disfrutar la algarabía de urracas que llegaban para descansar y emprender el vuelo a la mañana siguiente.
“Los loros ya se marcharon, ahora las urracas están modificando sus áreas de descanso, las hemos ubicado en el bulevar de la central de autobuses junto a las garzas, pero no son las mismas cantidades de antes. Los loros se fueron de forma definitiva de Victoria, también los tlacuaches, zorros, ahora está llegando otro tipo de aves como las palomas de ala blanca, tórtolas y tordos, lo que ocurre con ello es que están encontrando en la ciudad áreas tranquilas para anidar, aquí no hay depredadores para ellos como en el bosque y ellos llegan en busca de seguridad”, dice el biólogo Arnulfo Moreno.
Como habitantes de la ciudad y con el afán de contribuir en el equilibrio de la naturaleza, se debe sentir compromiso por proporcionar a las aves el alimento que la urbanización va robando.
“En esta época de sequía las aves y los animales requieren agua, nosotros podemos ponerles abrevaderos de agua, hay que tener cuidado con el dengue, así que cuidemos que el agua no se estanque. Hay bebederos para aves que se pueden construir o comprar como los que tenemos instalados en los árboles del Museo Tamux, aquí se les cambia el agua constantemente, de este modo los comederos para aves pueden ser usados por aves residentes y migratorias, muchas aves regresarán a la ciudad de esta manera y podemos tener una ciudad amable con la naturaleza”.
Otras teorías sobre la desaparición de los loros verdes de Victoria, que acuñó hace muchas generaciones el mote de “Victoria, ciudad de las cotorras”, refiere que el comercio legal e ilegal de estas aves fue mermando las poblaciones naturales y se vendían con frecuencia en Monterrey.
En la actualidad en Monterrey se han visto grandes grupos de cotorros anidando en los árboles altos en el sector de Mitras, se cree que son poblaciones de cotorros que escaparon en algún momento del hábitat doméstico para volver a la naturaleza.
En la Sultana del Norte han iniciado su protección, circulando con malla los árboles grandes que se ubican en lugares públicos a fin de que los cotorros puedan llegar a descansar sin ser amenazados.
“Ahora es ilegal, está prohibido comerciar con loros silvestres, en años anteriores se daban permisos para capturar loros silvestres en unidades de aprovechamiento de la fauna silvestre, ahora todos los loros que se venden en México son aves de criaderos, los que existen ahora sobrevolando las ciudades se cree son loros que estuvieron en cautiverio o aves que en un momento dado fueron liberadas. Ahora resulta que en Monterrey hay una gran cantidad de loros, incluso de especies no nativas de México, que de forma natural se están reproduciendo gracias a que allá hay aún árboles muy grandes donde los loros pueden buscar su reproducción”.
Luego de que el ser humano se despliega en busca de la urbanización, debería comprometerse a mantener en equilibrio la naturaleza y con ello obligarse a hacer sus espacios en armonía con la naturaleza.