El loro orejiamarillo quiere respeto, no cacao
Sunday, December 1, 2013 at 1:44
City Parrots in Conservación, Destrucción de hábitat, Ognorhynchus icterotis - Loro Orejiamarillo


¿Saben cuál es mi plan favorito? Despertar cuando el sol se asoma en el horizonte y sus primeros rayos salen a calentar los bosques alto andinos colombianos.

Salgo de mi nido a 20 metros de altura, saludo a los vecinos, nos posamos sobre las frondosas hojas de la palma y en grupo salimos a vivir aventuras.

Vivo orgulloso de ser el mejor amigo del árbol nacional: la palma de cera. Ahí anidamos, tenemos a nuestros hijos y les enseñamos que nuestra vida está ligada a esa espigada y legendaria palmera.
El contraste del verde con el amarillo que cubre nuestro cuerpo es admirado por ustedes los humanos, cuando revoloteamos en los árboles, el canto les alegra.

En la antigüedad, las culturas indígenas, nos asociaban como símbolo de buena suerte y quienes lograban tocar nuestras alas alcanzaban el éxtasis.

Como especie, los loros orejiamarillos hacemos parte de las 1.850 aves que hay en Colombia y andábamos en bandadas. Hoy, la realidad es distinta, estamos en peligro, andamos en pequeños grupos y hacemos parte de las 192 especies de aves amenazadas del país, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Cuando el sol está por ocultarse y la luna se prepara para hacer fiesta, regresamos al nido y en las charlas previas al sueño nos hemos preguntado en qué momento la humanidad perdió la capacidad para convivir con el reino animal.

Estamos en peligro por muchas razones. Sin embargo, todas están asociadas con el hombre. Tal fue la arremetida que en los Andes de Ecuador, nuestro segundo hogar, desaparecimos.

Con la ampliación de las áreas urbanizadas, ustedes se acercaron tanto al hábitat de los loros orejiamarillos, que nos acorralaron y con caucheras nos mataban. Vi morir así a un pariente con el que compartí por años la palma desde la que acepté darle esta entrevista, eso sí: ¡ni se le ocurra tocarme las alas!

¿Cuáles son las tres causas que lo llevaron al peligro crítico?

La ampliación de las fronteras agrícolas, la destrucción de los bosques alto andinos y la presión sobre la palma de cera en el país.

¿La época que menos le gusta?

La Semana Santa. Sus parientes llegan en bandadas a tumbar palmas milenarias y nos dejan como dice Carlos Vives, con la casa en el aire.

¿Dónde se refugian cuando las palmas desaparecen?

Como soy monógamo salgo con mi pareja a buscar una palma que nos guste a los dos. Al encontrarla hacemos el nido en lo más alto del tronco, antes de llegar al follaje. Recuerdo que muchos loros perdieron sus pichones, no los pudieron salvar.

¿Se sienten desplazados?

No nos sentimos, somos desplazados que es distinto. En los años 90 nuestra especie estaba casi extinta y solo logramos sobrevivir 50 loros para ese entonces. Nos dividimos en dos grupos y nos asentamos en Tolima y Antioquia.

¿Cómo lograron sobrevivir?

A punta de aguante. Ocultándonos en la profundidad del bosque para tratar de recuperar la especie, pues por año solo tenemos dos camadas, generalmente de dos pichones cada una.

¿Por qué creen que han sobrevivido?

El valor biológico que tenemos está asociado a la dispersión de semillas medianas y grandes de árboles como el Drago, que crecen en los bosques secundarios. Además, nosotros a diferencia de ustedes entendemos que hacemos parte de un sistema natural y no somos dueños de él. Es tan sencillo como que al que obra bien le va bien.

¿Cómo lograron que hoy en día existan 3.000 loros?

Hace 15 años, cuando la extinción era inminente y pese a ello nos resistíamos a dar el último gemido, la fundación ProAves se unió con la fundación Loro Parque, la Sociedad Zoológica para la Conservación de las Especies y Poblaciones (ZGAP) y American Bird Conservancy. Se inició un proyecto para asegurar nuestra supervivencia.

¿Qué estrategia utilizaron?

Mire… esos humanos entendieron que investigando nuestro comportamiento, educando a las comunidades donde aún vivimos y conservando los bosques, era el único camino. Así lo reconoce Alexander Monsalve, el director de investigaciones de ProAves.

¿Actualmente dónde están asentados?

Seguimos en Antioquia y Tolima. En el primero está la reserva natural de las aves, a una hora del municipio de Jardín. En el segundo tenemos una reserva exclusiva para loros andinos, a 20 kilómetros del casco urbano de Roncesvalles. Sin embargo, poco a poco hemos ido expandiéndonos a otras regiones (ver gráfico).

¿Cómo ha sido el comportamiento de las comunidades?

Crear cambios culturales es difícil. Sin embargo, tenemos esperanza para no seguir en peligro. En Roncesvalles crearon un festival en nuestro honor y nos declararon el ave insignia del municipio. Cuando los adultos quieren salir a cazarnos, los niños les dicen que eso está mal hecho y muchos se sienten mal.

¿Cómo se sienten sus parientes en Norte de Santander?

Los visité hace meses y viven con limitaciones. Hace falta sentido de pertenencia de la gente con sus aves. Sin embargo, ellos saben que deben seguir en la zona.

¿Cuál es su mensaje para la humanidad?

En mis vuelos, un día, escuche en una finca la canción Sonidos de mi Tierra del compositor Leonardo Laverde Pulido, me encantó la parte que dice: son los sonidos de mi tierra, que imploran del hombre corazón, es el gemido de la vida que clama respeto y protección, en la tonada de los pájaros, haciendo coplas al volar… el surco es la melodía por sentir que todavía, hay semillas por sembrar.

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