Todo empezó hace unos 10 millones de años, cuando se elevó la zona central de los Andes y casi doblaron su cota tanto la cordillera oriental boliviana como el altiplano. Son muchos los especialistas que piensan que el origen de no pocos endemismos actuales de los bosques secos tropicales de Argentina y Bolivia tiene relación con este fenómeno orogénico. Por ejemplo, de las 1.286 plantas que habitan en la zona boliviana, un 18% se consideran endémicas. No lo sabemos a ciencia cierta, pero tampoco podemos descartar que la paraba de frente roja o guacamayo de Cochabamba (Ara rubrogenys) se encuentre también entre los endemismos de la región por este motivo.
Probablemente nada de esto sabía el barón Frédéric de Lafresnaye cuando examinó por primera vez un ejemplar de dicha especie y, sin embargo, no le cupo ninguna duda: tenía ante él algo nuevo. De inmediato decidió que “cette jolie espèce d’ara…” había que describirla como una especie nueva. Su descripción fue publicada en 1847 en el número 10 de la Revue Zoologique. Poco más se supo de esta especie hasta comienzos de los años ochenta del siglo pasado, cuando diferentes investigadores y conservacionistas llamaron la atención sobre el alto riesgo de extinción que sufría. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la catalogó “En Peligro” y estimaba una población total de entre 1.000 y 4.000 individuos en 2012. Por su parte, el Libro Rojo de Bolivia estima la población en 800 individuos y considera a la especie “En Peligro Crítico”.