Las aves llegaron procedentes de incautación hecha a traficantes de fauna en nororiente antioqueño.
Las pequeñas aves llegaron a estas instalaciones producto de una incautación hecha a traficantes de fauna en el municipio de Santo Domingo, en el nororiente antioqueño.
Desde las afueras de la zona de recuperación de fauna del zoológico, se escucha el sonido que hacen los pequeños guacamayos azules, Ara ararauna, al pedir su alimento.
Albergados en una habitación a 28 grados centígrados de temperatura, en pequeñas cajas individuales, los pichones esperan impacientes a que su madre sustituta, la practicante de veterinaria Natacha Mejía, los alimente.
La practicante, llena su jeringa con una papilla especial y con la paciencia de una madre, calma el hambre de las pequeñas aves, una a una. Ella, después de dar el alimento, revisa el buche de los pichones tocándolos suavemente para cerciorarse de que ha suministrado la dosis adecuada. "Los guacamayos son una de mis especies favoritas", cuenta la futura veterinaria.
Y es que desde el pasado 7 de febrero, momento en el cual llegaron los pichones al zoo, producto de una incautación hecha por la Policía y Cornare a traficantes de fauna en el municipio antioqueño de Santo Domingo. Ella, y un grupo interdisciplinario conformado por un médico veterinario y un nutricionista, monitorean permanentemente el desarrollo de las aves.
"Los pichones deben superar los riesgos y dificultades inherentes a sus primeras semanas de vida", explicó Sandra Milena Correa Montoya, directora del Zoo Santa Fe, que además agregó que, las edades de los pichones decomisados oscilan entre los 20 días y el mes, considerados los más críticos en la crianza de estos psitácidos.
En su etapa adulta los guacamayos azules y amarillos miden entre 76 y 86 centímetros de largo y pesan de 900 a 1500 gramos.
Macho y hembra en edad adulta, son generalmente iguales, su plumaje es de color azul en la parte superior, amarillo teñido de oro en el pecho y el vientre, la barbilla es de color azul oscuro, y la frente tiene un tono verdoso.
El pico es de color negro y las patas de color gris oscuro. La cara tiene un tono blanquecino, adornada de pequeñas plumas negras, mezclándose en un rosa en las aves excitadas.
Hay poca variación en el plumaje en toda la gama. Algunas especies tienen un color más anaranjado en la parte inferior, sobre todo en el pecho. Esto es visto a menudo en las aves de Trinidad y otras zonas caribeñas, y parece deberse a factores ambientales.
Los guacamayos ‘pechiamarillos’, como también son conocidos, habitan desde Panamá hasta el norte de Paraguay y, como suele ocurrir con los grandes papagayos de colores vistosos, de fuertes picos y colas muy largas, hacen parte de los animales más traficados.
Además, según la directora Correa, muy probablemente los padres de los pichones fueron muertos por los traficantes para arrebatarles sus crías.
Tal como ocurre en la mayoría del territorio colombiano, los traficantes de fauna roban las crías de distintas especies, aves y mamíferos especialmente, asesinan a sus padres, y luego salen a venderlos por carreteras a las personas que por allí transitan. La Policía y las entidades ambientales promueven campañas para que la gente se abstenga de comprar fauna.
Por ahora, los pequeños guacamayos estarán a cargo del zoológico, bajo el cuidado maternal de la practicante y madre sustituta Natacha Mejía.
El tráfico ilegal de fauna silvestre se ha reconocido como uno de los negocios ilegales más lucrativos y se cita como el tercero a nivel mundial después de las drogas ilícitas y armas; sin embargo, pese a que se habla mucho de su gran magnitud, no existen cifras que la reflejen de manera exacta.
Las estructuras a nivel internacional se consideran complejas, a la par de cualquier otra red de delincuencia organizada a gran escala. En Antioquia, se tienen informes aislados al respecto, aunque no siempre existe acuerdo sobre las estructuras criminales ni su alcance.